jueves, 24 de diciembre de 2009

Artículo

La perspectiva sistémica en terapia familiar: Conceptos básicos, investigación y evolución
Luis Botella y Anna Vilaregut

La epistemología sistémica en su aplicación a la terapia familiar cuenta con más de cuarenta años de historia y con una complejidad conceptual y aplicada imposible de abarcar con detalle en un trabajo de las características de éste. Por ello hemos enfocado este capítulo como una introducción a la concepción sistémica de la familia, centrándonos en las principales innovaciones que representó (y en cierto sentido aún representa) en el contexto psicológico/psiquiátrico clásico. El capítulo concluye con una revisión de los datos procedentes de la investigación en Terapia Familiar Sistémica (TFS) en cuanto a eficacia y proceso y una aproximación prospectiva al futuro de la TFS a la luz de las tendencias actuales.

Bajar artículo (pdf)


(artículo descargado de http://jmonzo.net/blogeps/terapiafamiliarsistemica.pdf)

lunes, 7 de diciembre de 2009

¿Cómo medir el cambio terapéutico en psicoterapia?

Uno de los instrumentos actuales para medir el cambio en psicoterapia es el OQ®-45.2.

El OQ®-45.2 es un instrumento autoaplicado desarrollado por Michael Lambert y colegas. Consta de 45 ítems que miden el resultado de la psicoterapia. Este puede ser aplicado en cada una de las sesiones para medir el progreso del paciente en el curso de la terapia y al final para medir el cambio despues de la finalización de esta.

Existen versiones en varios idiomas, en inglés, español, francés, japonés, sueco, noruego, árabe, alemán, italiano y ruso, las cuales pueden descargarse, bajo el pago de una licencia de uso, en una página web diseñada para su descripción y comercialización: http://www.oqmeasures.com/site/Home.aspx.

Existe una validación en español de este cuestionario realizado en Chile por Guillermo de la Parra (Unidad de Psicoterapia Adultos UPA, Departamento de Psiquiatría, Pontificia Universidad Católica de Chile) y Alejandra von Bergen (Unidad de Psicoterapia Dinámica Instituto Psiquiátrico José Horwitz B.), la cual está disponible de forma gratuita en formato pdf en la Revista Gaceta Universitaria (año 2, volumen 2, número 2, de junio 2006) (descargar revista)

OQ-45.2:Otro cuestionario es el creado por Scott Miller y Barry Duncan. Este es un cuestionario analógico fácil y rápido de aplicar. Se compone de cuatro dimensiones que miden el bienestar a un nivel individual, familiar, social y en general. Este cuestionario se ofrece gratuitamente en el sitio Heart & Soul of Change Project: Privileging Clients and Making You a Better Therapist.

martes, 10 de noviembre de 2009

CUARENTA AÑOS DE EDUCACIÓN EN DOS DIBUJOS


He recibido esta caricatura por correo electrónico y vale la pena publicarla como reflexión --- Bon appétit
(hacer click en la imagen para ampliarla)

lunes, 12 de octubre de 2009

UNA PSICOTERAPIA BASADA EN LA COLABORACION: una entrevista con Mark Beyebach

Benjamín Cortés M.

Artículo publicado en:
Revista Nicaragüense de Psiquiatría, Vol. V, No. XV, Enero-Junio, 2007, p. 11-14

El Dr. Mark Beyebach es muy reconocido como profesor e investigador en el movimiento de la Terapia Sistémica Breve en España y Europa. En la actualidad es profesor de Terapia Sistémica en la licenciatura de psicología y director del Master Universitario de Terapia Sistémica de la Universidad Pontifica de Salamanca, España; es presidente de la Asociación Castellano-leonesa de Terapia Familiar, miembro de la Junta Directiva de la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar y miembro de la Junta Directiva de la Asociación Europea de Terapia Breve. De origen alemán pero reside en España hace 38 años, doctorándose en Psicología en la Universidad Pontificia de la ciudad de Salamanca. Tiene en su formación psicoterapéutica muchos cursos en importantes centros clínicos como el Centro de Terapia Breve de Milwaukee y en otros centros del reino unido y suecia.

En la siguiente entrevista Mark nos cuenta acerca de su trabajo terapéutico y del modelo de Terapia Centrada en Soluciones (TCS), una psicoterapia basada en la colaboración con el paciente.

Pregunta: ¿Cómo te iniciaste en el trabajo con soluciones en psicoterapia?

Mark: Yo estaba haciendo una formación básica en terapia familiar aquí en Salamanca y encontré un artículo en Family Process del año 1986, yo estaba justo acabando mi formación en ese año, el artículo de De Shazer y su equipo hablaba sobre la Terapia Centrada en soluciones,
y yo pensé, ¡anda! esto complementa muy bien lo que estábamos haciendo en Salamanca, que era más MRI, yo traduje ese artículo para mis compañeros y mis profesores y eso hizo que todos ellos comenzaran a trabajar más en esa línea. Luego yo traduje al castellano el libro “En busca de soluciones” de Michele Weiner-Davis, y quisimos traer a Weiner-Davis porque era la autora del libro, y ella no quiso venir o no pudo venir, yo creo que era todavía muy poco conocida y nos dijo que podía venir un colega suyo que era Steve de Shazer. Desde el año 1986 hasta el año 1989 nosotros habíamos estado usando muy poquito las ideas centradas en soluciones, hacíamos la entrevista muy MRI y al final de la sesión decíamos “bueno, y alguna vez van mejor las cosas”, haciendo un comentario muy tímido, vimos que algunas veces esto funcionaba, pero muchas veces no hacía ninguna diferencia. Cuando vino Steve en el año 1989, nos dimos cuenta que había que ser mucho más radicales porque él nos trajo videos de entrevistas, y vimos que trabajar con este enfoque no es hacer un pequeño añadido a una entrevista centrada en el problema, sino que hay que hacer algo diferente de entrada. Entonces, mi compañero Alberto y yo estuvimos durante un año trabajando al azar: lanzábamos la moneda al aire, si salía cruz hacíamos MRI y si salía cara hacíamos Centrado en Soluciones radical, muy radical. Aprendimos mucho cómo hacer Terapia Centrada en Soluciones radicalmente, en las sesiones la gente pasaba y antes de explicarles algo les decíamos “bueno, imagínense que sucede un milagro…”, y vimos que no pasaba nada, ahora hacemos un enfoque
menos radical, menos purista. Yo me fui a Milwaukee en el año 1991, de Shazer y sus colegas tenían un programa muy bueno, de solo un mes pero muy intensivo. En ese programa llegabas y te metían en el centro y veías trabajar a Steve y a Insoo, a veces trabajaban a la vez en varias salas, luego revisábamos vídeos, era superintensivo, eran 8 horas todos los días.

P: ¿Cómo fue evolucionando tu forma de trabajar desde los primeros años?

Mark: Nosotros tuvimos unos años muy radicales, muy ortodoxos, poniendo un poco a prueba los límites del modelo, a partir de ahí comenzamos a plantearnos el integrar cosas que fueran compatibles desde el punto de vista epistemológico con la Terapia Centrada en Soluciones pero que nos aportaran más herramientas. De manera que ahí rescaté la formación MRI que yo tenía, ya que Centrado en Soluciones y MRI van en la misma línea, es la misma tradición en realidad. Después yo traduje un libro de Michael White, “Medios Narrativos para fines terapéuticos” y empezamos a experimentar con la externalización, que nos parecía una buena forma de combinar las dos cosas. Yo creo que la evolución ha sido en el sentido de hacer un modelo que inicialmente es muy centrado en soluciones pero que nos damos la opción de integrar aspectos del MRI y de la externalización. Paralelo a esto yo he ido trabajando en otros campos, he trabajado el tema de la anorexia, la enfermedad física crónica, y eso me ha puesto en contacto
con programas estructurados que a mi modo de ver lo que aportan es algunas pautas específicas, con lo cual ahora hacemos un enfoque centrado en soluciones, integrativo, donde podemos incorporar técnicas MRI, externalización, narrativas, estructurales, italianas, pero también nos permitimos usar programas estructurados para problemas específicos.

P: ¿Cuál ha sido tu experiencia como terapeuta en la práctica clínica diaria aplicando la TCS?

Mark: Pues, muy buena. Yo creo que hay una cuestión ética, la TCS nos posiciona de una forma mucho más colaborativa con los pacientes. Yo cuando trabajaba en la línea más MRI, al principio de mi formación, era un enfoque un poco más manipulador, era un enfoque más a espaldas de los clientes. A mi lo centrado en soluciones me ha aportado mucho en mi forma de colaboración. Te tengo que decir que yo estuve luego unos años yéndome a Helsinki, donde tenía un colega y buen amigo, y ahí tuve la ocasión de participar en congresos con gente muy eminente como Kenneth Gergen, constructivista, con John Shooter, con Ben Furman, yo creo que todo ese pensamiento nórdico de la transparencia “el no hacer cosas a espaldas de los pacientes”, “el contar con ellos”, también tuvo mucha influencia. Mi experiencia con el modelo es que es una forma de trabajar que a mi me gusta, desde el punto de vista de la posición ética del terapeuta, no es de experto, es
un experto conversador, pero no es un experto de la forma en cómo la gente tiene que vivir su vida, es un enfoque muy centrado en la colaboración, muy centrado en hacer una terapia inimalista, en cuanto a menos terapia mejor, y con muy buenos resultados, pero también
con limitaciones que tienen que ver con si solamente trabajas con ese modelo, yo creo que hay cosas que no se ajustan bien a los pacientes, los pacientes quieren y necesitan algo más de orientación, algo más de pautas, algo más de consejos y ahí es donde me resulta muy útil mantener abierta la posibilidad de integrar otras técnicas, otros programas, etcétera.

P: ¿Cómo le dirías en pocas palabras a alguien que no conoce este modelo de psicoterapia en qué consiste la TCS?

Mark: Para mi la TCS es una forma distinta de mirar a nuestros pacientes. Para empezar, no verlos como pacientes, sino como consultantes, como clientes, como personas con las que colaborar, y supone sobre todo estar muy atentos a los recursos, a los lados fuertes y tratar de potenciar eso teniendo en cuenta donde quieren ir, introducir una perspectiva de futuro. Tal ves yo si tuviera que resumir diría la TCS es trabajar la perspectiva de futuro, potenciando, ampliando y apoyando los recursos y los logros que las personas ya consiguen, y eso nos sitúa en un nivel de igualdad con ellos. No les decimos qué tienen que hacer, sino que trabajamos con ellos para que la persona, la pareja, la familia encuentren lo que quieren hacer y cómo conseguirlo.

P: ¿Podríamos decir que el terapeuta adopta una actitud diferente que en otros modelos de psicoterapia?

Mark: Si, yo creo que aunque la TCS se describe muchas veces más
por las técnicas, que son muy llamativas y que además yo creo que
son muy aplicables, muy útiles y eficaces, hay un tema que es más de
actitud, esa actitud de ir por detrás de ellos y de verles con mucho
respeto, y tratando de ver la parte sana, positiva y de recursos, mucho
más que la parte de patologías.

P: Hace poco leí un argumento muy interesante en relación a la actitud de confianza del terapeuta en el paciente. El autor del libro decía que un paciente que acude a la consulta buscando ayuda y que inicialmente miente a su terapeuta
termina diciéndole la verdad, porque un paciente no puede esperar un buen tratamiento de un terapeuta engañado.

Mark: Si. Para mí incluso es más sencillo, yo simplemente creo en mis pacientes salvo que rarísimamente me demuestren lo contrario. Yo le creo a una chica anoréxica, le creo a una chica bulímica, le creo a un cocainómano. Creo que la desconfianza es una toma de poder, y es ponerte en la posición de saber más que tu paciente y para mi eso me parece profundamente irrespetuoso, otra cosa es que tu paciente te diga que no ha bebido alcohol y tú le veas borracho. Para mi, uno de los grandes problemas de la corriente psicoanalítica es que se instala en el ciclo de la sospecha, y yo creo que la sospecha como actitud básica es una falta de respeto a los pacientes.

P: En la actualidad he podido revisar diversos autores que usan la TCS con problemas específicos, por ejemplo, los trastornos de la conducta alimentaria, las adicciones a sustancias, la violencia, el trabajo de la autoestima. ¿Crees que el hecho de usar la TCS en casos específicos hace que cambie alguno de sus aspectos o se agreguen otros?

Mark: Buena pregunta, de hecho mucho de lo que se publica en la TCS aplicada a problemas específicos es básicamente el mismo procedimiento y en realidad los autores tienden a cambiar poquitas cosas, pero esas poquitas cosas que cambian son relevantes. Cuando Adriana Uken trabaja con grupos de agresores en violencia doméstica añade una cosa muy importante que es la marca de contexto de exigencia de no perder ninguna sesión y de expulsión del grupo si no se alcanza un objetivo, cuando Frederike Jacob trabaja con trastornos de alimentación añade esa parte psicoeducativa, que es pequeña, pero es importante, aunque luego todo el trabajo sea muy centrado en soluciones, cuando se trabaja con depresión, por ejemplo, también se añade a veces un aspecto un poco más psicoeducativo, cuando se trabaja en temas de violencia se añade el tema de la seguridad. Entonces yo creo que lo que se está haciendo básicamente no es modificar el enfoque, pero si añadirle dos o tres cositas que permiten ajustarlo mejor a esa problemática.

P: ¿Hay investigaciones que apoyen la eficiencia el modelo de la TCS?

Mark: Hay bastantes más estudios de lo que uno pensaría, hemos encontrado al menos unos 40 estudios de resultado, y casi una docena de estudios bien hechos con grupos de control y buenas medidas. Creo que donde más se ha investigado es sobre depresión, donde tenemos tres o cuatro estudios bien hechos, tenemos un estudio bien hecho en cárceles, tenemos un estudio muy bueno sobre cosas muy curiosas, por ejemplo dolor físico de espalda y la terapia centrada en soluciones como un complemento a la rehabilitación psicoterapéutica. Algo muy interesante es una experiencia que se ha hecho en Chile donde se aplicó un modelo fundamentalmente centrado en soluciones en el abordaje de lo que ellos llaman consejería familiar, que sería lo que aquí llamamos un centro de atención primaria médica. Lo que hicieron esos compañeros chilenos fue entrenar en las técnicas centradas en soluciones a los profesionales que querían participar, médicos, enfermeros, psicoterapeutas, nutricionistas, incluso en algunos casos personal administrativo, y ver que impacto tenían eso. Yo acabo de presentar esos resultados en el congreso de Terapia Familiar en Canarias, y hay un aumento significativo del nivel de satisfacción de los usuarios y una mejora en su percepción de los profesionales sanitarios, pero sobre todo hay una reducción del 82% del gasto sanitario, medido en función del consumo de medicación y del número de consultas realizadas, esto en una muestra de 228 de lo que ellos llaman “policonsultantes”, que serían pacientes sin patología orgánica pero que colapsan las consultas pues vienen una y otra vez con quejas de tipo psicosomático. Va a salir publicada en el próximo número de Mosaico una revisión hecha por dos doctorandos y por mi mismo sobre la investigación en TCS, te remito a esa publicación.

P: He oído algunos profesionales que cuestionan la efectividad de este abordaje con problemas catalogados como “graves” porque la TCS no profundiza finalmente en la génesis de este. ¿Qué nos podrías decir al respecto?

Mark: Es un tema complicado porque seguramente la mayor parte de la varianza de los resultados de la psicoterapia tiene que ver con variables del paciente y de la relación más que del modelo. Yo pienso que este modelo es igual de aplicable para modelos graves como para problemas menos graves, la diferencia está en que posiblemente un problema muy cronificado como una psicosis cronificada o un trastorno de alimentación de 10 años de evolución evoluciona peor con cualquier abordaje terapéutico, y en ese sentido la TCS, al igual que cualquier otra psicoterapia, tiende a tener resultados peores con problemas sobretodo cronificados más que graves. También el tema se trata de negociar los objetivos, cuando una patología es muy grave y complicada pretender cambios muy pequeñitos y muy modestos tiene muchas más posibilidades de éxitos que pretender una especie de curación total y absoluta. Yo creo que es aplicable y útil en cualquier tipo de problema, otra cosa es que para cualquier tipo de psicoterapia hay problemas más complicados, la anorexia crónica en adultas no tiene buena respuesta desde ningún enfoque psicoterapéutico ni farmacológico, la esquizofrenia bien cronificada tampoco tiene ninguna entrada, entonces en ese sentido si.

P: Quiero pasar ahora a algunas preguntas de los lectores de esta sección de la revista, algunos de ellos aplican el modelo centrado en soluciones a su práctica clínica diaria, durante los últimos meses me han mandado sus dudas y comentarios. Me preguntaban si hay experiencias desde la TCS en el trabajo con grupos y si tiene esta sus particularidades.

Mark: Si. Hay bastantes experiencias con grupos por dos motivos, uno porque los grupos son más eficientes desde el punto de vista del consumo del tiempo del profesional y dos porque los grupos son más coherentes con la filosofía centrada en soluciones “las respuestas las tiene el paciente”, los grupos permiten que aprendan unos de otros y digamos que descentralizan la labor del terapeuta, el protagonismo es más de las personas que de los terapeutas. Así yo creo que hay dos razones, una de tipo de coste-beneficio, y otra de tipo filosófico que hacen que se esté avanzando mucho en el tema de los grupos y en temas muy variados, aquí tenemos en salamanca la experiencia de trabajar con grupos dirigidos a mejorar la autoestima, que es una experiencia
muy interesante que ha desarrollado mi compañera Margarita Herrero, pero que hay grupos para temas de violencia, para depresión y para otras cosa. Desde el punto de vista técnico no se hace ninguna diferencia solo que uno necesita un cierto manejo del grupo, cierta capacidad para manejarse con el grupo, por momentos ser capaz de organizar y estructurar la integración y por momentos ser capaz de dejar la iniciativa al grupo. Yo creo que las sesiones de grupo convienen que estén un poquito más estructuradas, tengan un marco temporal y un marco de temas que trabajar, pero todas las técnicas se pueden utilizar en grupos. Una gran ventaja es que no solo la persona a quien diriges la pregunta se beneficia, sino que todos los que están presentes pueden beneficiarse del trabajo que se haga con una persona o con varias personas.

P: ¿Se suele homogenizar el grupo de acuerdo a la queja, al objetivo o a la demanda?

Mark: Yo creo que esto no es una cuestión del modelo sino del contexto, el problema es que cuando se suele trabajar con grupos se suele trabajar en un contexto determinado, por ejemplo en un centro de atención a toxicómanos o en un centro de atención infantil, esto hace que haya homogeneidad. Yo no creo que sea un requisito indispensable, creo que se pueden hacer grupos heterogéneos, en un grupo de autoestima puedes tener gente muy distinta si el objetivo es común. Creo que depende más bien del objetivo del grupo y del contexto en que uno trabaja.

P: ¿Hay experiencias en el uso de la TCS en medios hospitalarios?

Mark: Si, hay experiencias interesantes de organizar todo el servicio de atención de urgencias de una forma centrada en soluciones. En las reuniones europeas he coincidido con gentes que hablan de experiencias de organizar todo un servicio de forma centrada en soluciones. A mi me da la sensación que lo importante es que haya una apuesta por el modelo desde la dirección del hospital y que haya un compromiso de los profesionales para que todos remen en la misma dirección.

P: La última pregunta que me hicieron va en el tema del trabajo con emociones en la terapia sistémica. Históricamente esto ha sido visto como una herejía. ¿Se trabaja con las emociones en la TCS, y de qué forma?

Mark: Ahí hay dos respuestas, una es la respuesta más ortodoxa que en su día ha publicado Steve de Shazer junto a Gale Miller en Family Process, básicamente ellos dicen que la emoción, la cognición y la conducta están tan interdependientes que aunque tú estés trabajando de cogniciones y de conductas la emoción está siempre presente, esta es la postura más ortodoxa. A mi me gusta más la otra posición que es la de Eve Lipchik, ella dice que hay que reconocer que en las terapias breves se ha tendido a pasar por alto la emoción y hay que darle un poco más de espacio, incluirnos en las emociones, estar más atento a las emociones, en el bien entendido que un trabajo más emocional para mi no significa estar llorando con el paciente, ni significa estar removiendo emociones negativas. Por ejemplo, una pregunta milagro puede ser muy emocionante si uno se involucra en eso, son muy importantes las emociones positivas, detectar una excepción no solo en cuanto a la conducta sino desde el punto de vista emocionalmente positivo es también muy relevante, eso es para mi la salvedad.

P: Hablanos un poco sobre el libro que publicastes sobre terapia breve.

Mark: El libro “24 ideas para una psicoterapia breve” recoge el planteamiento que hemos estado hablando en la entrevista. El libro tiene una particularidad, se puede leer de dos formas, se puede leer como un manual de cómo hacer un tipo de terapia sistémica breve, el lector que examine el libro del principio hasta el final irá viendo en un orden cronológico las diferentes opciones de intervención, las técnicas y procedimientos desde una primera entrevista hasta una última entrevista, pero también se puede leer de otra manera, capítulo a capítulo, saltando de un capítulo a otro, pues la idea es que cada capítulo sea independiente, entonces hay capítulos por ejemplo sobre la redefinición, un capítulo sobre el trabajo con cambios pretratamiento, un
capítulo sobre la llamada telefónica inicial, un capítulo sobre la prevención de recaídas, un capítulo sobre el cierre de la terapia. Mi aspiración es que, aunque el libro tiene una filosofía básicamente centrada en soluciones a la que añadimos más cosas narrativas, estratégicas e incluso estructurales, casi cualquier terapeuta de casi cualquier orientación pueda encontrar ideas y aportaciones útiles si van a capítulos determinados del libro. Sobre todo es un libro muy práctico, yo inicié este libro hace casi cuatro años y empecé haciendo una cosa muy teórica, muy pesada, muy epistemológica y descubrí en un momento dado que había escrito más de 300 páginas en solo tres capítulos, entonces en el contexto de un viaje decidí tirar todo eso y hacer un
libro práctico, con muchos ejemplos, con muchos casos clínicos transcritos, con muchas pautas de actuación, que sea útil no solo a terapeutas que compartan la filosofía, sino a otros terapeutas que quieran encontrar técnicas para acortar la terapia, una terapia más breve y eficaz.

P: ¿Cómo ves el futuro de la TCS?

Mark: Yo soy mal adivino. Creo que vamos a seguir generando más investigación, espero que las investigaciones que se generen no solo sean útiles para los terapeutas que trabajamos en esta línea, sino que también que sirvan para ser más reconocidos por la comunidad científica que yo veo muy encorsetada en el paradigma de los tratamientos empíricamente validados (TEV). Me gustaría que la TCS ahí encuentre mayor respaldo, que generemos investigaciones políticamente correctas como ya se está haciendo, y yo creo que lo que va a pasar es que cada vez más terapeutas de otras orientaciones tomarán lo que les es útil de este enfoque y punto, igual que yo creo cada vez más terapeutas centrados en soluciones tomarán lo que van encontrando útil de nuevos enfoques.

P: ¿Será como una influencia recíproca de los modelos?

Mark: Yo creo que si. Yo creo que ese enriquecimiento mutuo, ese ir confluyendo hacia formas de trabajar un poquito más comprensivas creo que se será una buena cosa, pero también yo espero que no se pierda el carácter un poquito revolucionario que tiene la radicalidad del enfoque, estar mucho más atento a los recursos que a los problemas.

P: Para terminar, te voy a hacer una pregunta con la filosofía de la TCS, al estilo terapéutico de “ir por detrás”, dejando de un lado el normativismo periodístico: ¿Qué te parece que debería preguntarte además de lo que hemos conversado?

Creo que sería que me preguntaras cual es la mayor dificultad para trabajar este enfoque. Creo que hay dos dificultades, una es mantener la actitud, esa mirada positiva a pesar de las dificultades y de los problemas a veces desesperados, la segunda dificultad, o más que dificultad
es un reto, es traducir esa actitud en técnicas y prácticas concretas y específicas, traducir esa actitud en una forma de usar el lenguaje de una forma que realmente genere diferencias, porque yo creo que el problema es que hay muchas personas que les cautiva la posición y la ideología de este enfoque pero luego no saben como traducirlos en términos prácticos, y eso para mi es una cuestión de usar el lenguaje con mucho cuidado, de practicar mucho y ser, como decía Steve de
Shazer, muy disciplinados a la hora de trabajar.

Muchas gracias Mark por la entrevista

domingo, 13 de septiembre de 2009

UNA APROXIMACIÓN TERAPÉUTICA AL MALTRATO PSICOLÓGICO INTRAFAMILIAR

Andrea Peralta Valverde
Psicóloga, Master en Terapia Sistémica

Artículo publicado en:
Revista Nicaragüense de Psiquiatría, Vol. V, No. XVI, Julio-Diciembre, 2007 , p.7-9


Introducción

El abordaje de este artículo no es una propuesta sistémica en el sentido estricto, al ser una temática tan compleja considero imprudente reducir la contribución a un enfoque determinado. Cada uno desde su lente hace aportaciones muy útiles, -los hay más conductuales, más psicodinámicos, pasando por supuesto por los más relacionales y circulares- porque cuando hay un posicionamiento humanista ya no solo como terapeutas sino ante todo como parte de una filosofía de vida personal, no hay incongruencias, más bien lo que se da es una ampliación de recursos y posibilidades, incorporados siempre dentro de un marco de respeto y aceptación hacia las personas que atraviesan situaciones tan difíciles como las que aquí se describen.

Aún siendo apasionada de las hipótesis sistémicas que se centran en la interacción y la relación, en el tema de la violencia en cualquiera de sus manifestaciones, abogo por la responsabilidad del ofensor u ofensora como una persona que inflinge unas cuotas de daño y dolor inimaginables.
Lo anterior no va en detrimento de trabajar con la víctima formas en las cuales pueda librarse de relaciones y condiciones tan opresoras. Hago la siguiente salvedad, este artículo se centra en formas de violencia más implícita en las que el riesgo de vida es mucho menor, pues esto merecería condiciones adicionales, no obstante, justamente ese es mi mayor interés, tratar esta otra forma de violencia que podría ser incluso más letal, una muerte psicológica que sigue siendo minusvalorada dentro de un contexto dominante biologicista en el que la vida prima sobre la calidad de vida.

Un análisis circular o interaccional de los procesos, es decir, aquellos en los que se toma en cuenta como problema la dinámica relacional misma, es útil cuando la situación de violencia es incipiente, a que hay más probabilidades de una mayor flexibilidad del sistema interaccional, y una mayor voluntad de cambio por parte de las personas involucradas, lo cual reduce las opciones de que la situación se haya ridigizado. No obstante, cuando la situación de violencia se ha cronificado, como en la temática que aquí abordo, es preciso considerar no solo a la relación como abusiva, sino además reconocer que hay un abusador u abusadora. Esta posición implica una connotación y una postura ética que muchos terapeutas no están dispuestos a asumir. Si bien es indispensable distinguir posiciones terapéuticamente válidas y posiciones éticamente válidas, como seres humanos que somos es muy difícil poder escindir nuestra práctica terapéutica del ámbito de la ética.

Violencia emocional

Dentro de las distinciones tipológicas de violencia contamos con la de violencia simétrica o de agresión, y la violencia complementaria o violencia castigo (Perrone y Nannini, 1997). Este artículo se refiere primordialmente a la violencia complementaria; en la cual se intenta perpetuar una relación de desigualdad, hay uno fuerte que se cree con el derecho de castigar al otro débil. A nivel psicológico sus secuelas suelen ser mucho más graves pues esta otra forma de violencia atenta directamente contra la identidad, como si el ofendido no perteneciera a la misma clase de quien ofende (Navarro, 2000).

Estas formas de violencia más indirecta tienen que ver con el abuso emocional dentro de las relaciones intrafamiliares, aunque por supuesto también opera en otros contextos. El abuso emocional puede entenderse como “el uso de formas de agresión verbales y no verbales
encaminadas a intimidar, someter y controlar a otro ser humano” (Jacobson y Gottman, 2001, p.162). Estos pequeños actos perversos se vuelven parte de lo cotidiano, llegan a parecer normales, de ahí su peligro; inician con una sencilla mentira, falta de respeto o manipulación. Solo se empiezan a considerar insoportables cuando nos afectan directamente (Hirigoyen, 1999).
Si el grupo social en el que aparecen –en este caso la familia- no reacciona, progresivamente se transforman en verdaderas conductas perversas las cuales acarrean graves consecuencias para la salud psicológica de las víctimas. Al no contar con la seguridad de que serán comprendidas,
las víctimas callan y sufren en silencio, lo cual se convierte en el principal agravante.

Una de las formas más frecuentes de abuso emocional implica insultos en la esfera de lo público y de lo privado, humillaciones y constantes intentos de degradación (Jacobson y Gottman, 2001). “Cuando un perverso ataca a su víctima, suele apuntar a los puntos débiles que se sitúan en el registro del descrédito y la culpabilidad” (Hirigoyen, 1999, p.125).

Para que la estrategia o el movimiento abusivo inicien debe haber un componente o bien de extremo acercamiento, o bien de extrema lejanía por parte de la víctima con respecto al agresor. Pareciera como si el mensaje no confesado del agresor es “no te quiero”, el cual se oculta
en su expresión manifiesta para que el otro no se marche (Hirigoyen, 1999).

Se desea que la víctima permanezca, para que no se vaya de la relación, a la vez que se le frustra continuamente. Con el mismo fin se le impide que tome conciencia del proceso de manipulación. No quiere que la víctima lo invada, pero a la vez lo quiere a su disposición.

Estas son estrategias de comunicación viciadas similares a las descritas por Mara Selvini Palazzoli en su libro “Paradoja y Contraparadoja” (1988) al tratar sobre las transacciones comunicativas en familias con un miembro esquizofrénico, lo cual se relaciona con el tema de la violencia en cuanto a las secuelas psicológicas de anulación del sí mismo de la víctima. Este proceso se posibilita en parte por la excesiva tolerancia de la persona agredida, y por sus fuertes sentimientos protectores. La tolerancia no tiene que ver con las interpretaciones psicoanalíticas que hacen referencia a los beneficios inconscientes, esencialmente masoquistas, que la víctima puede obtener de la relación. “¡Forzosamente la víctima lo es por algún motivo!” Más bien en este caso la tolerancia se origina en la lealtad familiar, la víctima asume un papel reparador, una especie de misión por la que debería sacrificarse y en la que teme un enfrentamiento del que pudiera resultar más lastimado de lo que ya se encuentra.

Tomar conciencia de la manipulación coloca a la víctima en un estado de angustia y desesperación terribles. Al no disponer por lo general, de al menos un interlocutor, alguien que lo escuche y confíe en su versión, les cuesta más liberarse de este tipo de relación. En este momento, las víctimas, además de ira, sienten vergüenza: vergüenza por no haber sido amadas por personas que se supone deberían amarlas y vergüenza por soportar las humillaciones y padecer (Hirigoyen, 1999).

De ahí los grandes sentimientos de ambivalencia de la víctima con relación a su agresor, “siendo de las personas que más quiero y debería quererme, es además quien más poder tiene para inflingirme dolor”. Es esta ambivalencia la que suele mantener atrapada a la víctima.

Entre las principales estrategias comunicativas distorsionadas están (Hirigoyen, 1999):

Rechazar la comunicación directa, se suele eludir la comunicación verbal directa, y se opera más en el nivel de las insinuaciones. Esta es una forma de paralizar a la víctima, puesto que sería absurdo que ésta se defienda de algo que no existe. Al rechazar el diálogo sin decirlo directamente expresa que el otro no interesa, no existe.

Deformar el lenguaje una voz fría y distante, sin tonalidad afectiva. Las palabras no asustan, lo que más atemoriza es el tono. Generalmente los ofensores expresan “yo nunca quise decir esto”.

Mentir no mediante mentiras directas, se utilizan más los silencios e insinuaciones como forma de crear malentendidos que luego utilizan en beneficio del maltratador. Decir sin decir es una de las principales estrategias.

Utilizar el sarcasmo, la burla y el desprecio, esta situación afecta directamente a la víctima, pero también a su círculo de allegados, como una forma más de aislar a la víctima y que ésta se vaya sintiendo cada vez más indefensa y desprotegida.

Utilizar la paradoja, se dice una cosa en lo verbal y lo contrario en lo no verbal (Selvini, 1988). Así se desestabiliza a la víctima, pues el mensaje explícito se acompaña de un mensaje sobreentendido que el ofensor niega, y el cual solo la persona inmersa en la relación abusiva puede detectar. Este segundo mensaje “los espectadores externos” de la situación no lo suelen detectar como tal, sintiéndose una vez más la víctima en la incomprensión y la falta de validación, lo cual refuerza el aislamiento.

Descalificar, aunque este artículo se centra en las formas no tan explícitas de violencia, el agravamiento de la situación puede llegar a la expresión de mensajes descalificadores del tipo “no vales para nada”.

Dividir y vencer, es una de las estrategias fundamentales para fomentar el aislamiento: de los amigos, de los hermanos, de la familia extensa, etc. Crear rencillas, enfrentar a unas personas con otras, provocar rivalidades y celos.

Imponer autoridad sobre todo mediante la palabra, un discurso totalizador con el enunciado de proposiciones que parecen universalmente verdaderas ante las que la víctima no se puede defender.

El maltrato infantil en el seno de las relaciones familiares

El maltrato infantil aparece cuando en la célula familiar las funciones parentales no se garantizan del todo, cuando éstas se desvían hacia otras funciones más urgentes y prioritarias para los adultos del sistema familiar (Barudy, 1998), como puede ser una situación de violencia en el seno de la pareja por parte de alguno de los miembros de la misma.

Los niños pueden terminar siendo utilizados o cosificados como forma de expresión o desviación del conflicto de pareja, por lo que crece el peligro de quedarse encerrados en su rol de “cosa”.
En los casos de violencia de pareja resultan afectados los niños de la familia. Reciben agresiones en tanto son hijos de la víctima, son testigos de un conflicto que supuestamente no les concierne. En ocasiones, el progenitor herido, puede volcar en sus hijos toda o parte de la agresividad
que no ha podido exteriorizar en su momento con el agresor. Por lo general los niños no tienen otra salida que la del aislamiento, lo cual comporta el peligro de ir perdiendo paulatinamente su posibilidad de individuación y de pensamiento propio, se abren las puertas a la anulación psíquica (Barudy, 1998).

Los niños por lo general no se quejan del maltrato que padecen, sino que están en una espera permanente de reconocimiento por parte del progenitor que los rechaza. De esta forma comienzan a interiorizar una imagen negativa de sí mismos, la cual se puede reforzar en ocasiones con mensajes directos y explícitos del tipo “no sirves para nada”, “eres decepcionante”, “eres difícil”.

El establecimiento de vínculos de apego tiene un rol esencial en la vida, sin que esto signifique que la respuesta de la figura de apego sea necesariamente la adecuada para que un niño se aferre a ella. Así, en el caso de niños maltratados por sus padres, pueden sin embargo, y en la mayoría
de los casos, desarrollar lazos de apego hacia ellos (Barudy, 1998).

Los niños son muchísimo más vulnerables al chantaje emocional, se les puede manipular más fácilmente. Siempre pueden excusar a quienes aman, sus padres, están dispuestos a perdonarles todo, a asumir su supuesta culpa –por enfadarlos, por ejemplo- a comprenderlos y a intentar saber porqué su padre o su madre están disgustados, para no volverlo a hacer. Todo esto cuando en realidad no se desprecia al niño porque sea torpe, el niño podría volverse torpe porque es despreciado. Este tipo de comunicación opera a modo de condicionamiento negativo y de “lavado de cerebro”.

Consideraciones terapéuticas

En este tipo de problemática en especial es indispensable ofrecer un clima terapéutico basado en la seguridad y la confianza, en el que los clientes puedan confiar en nuestro compromiso con la tarea de ayudarlos sin causarles daño (Lipchik, 2002). Entendiendo la terapia como una experiencia relacional alternativa, basada en el respeto, la autenticidad, la sensibilidad, el apoyo y la empatía (Barudy, 2006).

Como parte de este componente de relación terapéutica, puede ser de mucha utilidad agradecer la confianza por contar algo que es muy difícil teniendo en cuenta cuánto les ha costado romper el silencio. En este sentido, es fundamental hacerles saber que han dado el primer paso, el
más importante y difícil.

Asimismo, mientras se desarrolla el discurso de quien acude a terapia, se debe estar muy atento a todos aquellos momentos en los que la víctima cargue con culpas y con autoreproches derivados de la situación de violencia. Esto para “poner las culpas y las cargas en los hombros
de quien debe llevarlas, el agresor” (Dolan, 2006)., Validar y normalizar los sentimientos ambivalentes con respecto al agresor: amor, rencor, reproche, miedo, vergüenza, deseos de protección, deseos de destrucción, etc.

El terapeuta como validador externo debe emitir una serie de mensajes que de diferentes formas manifiesten “nadie merece una situación abusiva” (Jacobson y Gottman, 2001).

En caso de que acudan uno o ambos miembros de una pareja en la que se tenga conocimiento de situaciones de violencia, es necesario explorar y trabajar además con los niños, sobre todo en cuanto a sus sentimientos de incompetencia, fracaso ante sus continuos esfuerzos por obtener algo de reconocimiento por parte de los padres.

En el caso de supervivientes adultos de violencia es fundamental explorar componentes autodestructivos en sus diversas manifestaciones (ideaciones suicidas, conductas adictivas, anorexia y bulimia). A su vez, en caso de que la queja del cliente tenga que ver con alguno de estos comportamientos autodestructivos, es muy importante explorar si ha habido en su historia más pasada o reciente alguna relación de tipo abusiva.

En el trabajo de estas relaciones abusivas, también resultan de muchísima utilidad las siguientes puntualizaciones (Fuertes, 2000):

Normalizar la experiencia, comunicar que estas experiencias son más comunes de lo que se cree, a la vez que se recalca la necesidad e importancia de revelarlo.

Utilizar preguntas cuidadosas para detectar posibles víctimas que no se reconocen como tales, en el caso de que haya sospechas, por ejemplo: ¿Se ha sentido alguna vez en una situación de humillación, burla o desprecio y no se ha atrevido a defenderse por temor a la reacción de la otra persona?

Evitar que se puedan sentir juzgados, no minimizar la experiencia, ni tampoco sugerir culpabilidad.

Conclusión

El primer movimiento activo de una víctima de violencia suele ser la búsqueda de ayuda, en muchas ocasiones terapéutica, por ello es fundamental empezar a nombrar la violencia, identificar el proceso en el cual la víctima suele cargar con lo que va mal de la relación (Barudy,
1998).

Evidenciar este mecanismo principal ha sido mi mayor objetivo a la hora de realizar este artículo, considerando que el entendimiento y desvelamiento del mismo por parte del terapeuta es primordial.

Ayudar a la víctima a entender que ante todo debe protegerse y sentirse protegida, brindándole por supuesto estas condiciones en la terapia misma.

Este autocuidado se facilita una vez que se han sustraído de la relación de dominio, paso difícil de dar ya que el agresor, sean cuales sean los sentimientos que se le profesaron o se le profesan, es una persona que ha hecho mucho daño. Por ello es esencial una comprensión activa, empática y desculpabilizadora de todos estos sentimientos normales en una situación como la que atraviesan.

Un terapeuta debe acompañar a la víctima en el difícil camino de abandono de la pretensión de lealtad que sostiene a pesar de los abusos de los que es víctima (Jacobson y Gottman, 2001).

Referencias bibliográficas

Barudy, J. (1998). El dolor invisible de la infancia: una lectura ecosistémica del maltrato infantil. Barcelona: Paidós.

Barudy, J., Dantagnan, M. (2006). Los buenos tratos a la infancia: parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa.

Dolan, Y. (2006). Tratamiento del trauma en supervivientes adultos al maltrato. Seminario impartido en el Master de Terapia Sistémica: Universidad Pontificia de Salamanca.

Fuertes, A. (2000). La coerción y la violencia sexual en la pareja. En: Navarro, J., Pereira, J. (2002). Parejas en situaciones especiales. Barcelona: Paidós.

Hirigoyen, M. (1999). El acoso moral: el maltrato psicológico en la vida cotidiana. Barcelona: Paidós.

Jacobson, N., Gottman, J. (2001). Hombres que agraden a sus mujeres: cómo poner fin a las relaciones abusivas. Barcelona: Paidós.

Lipchik, E. (2002). Terapia centrada en la solución: más allá de la técnica. El trabajo con las emociones y la relación terapéutica. Barcelona: Amorrortu.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Si no espabilamos en la investigación de terapia sistémica nos vamos a quedar atrás